La planta invasora Cenchrus setaceus, conocida comúnmente como rabo de gato, ha estado presente en las Islas Canarias durante aproximadamente ochenta años, tras ser introducida en la década de 1940 como planta ornamental. Esta especie exótica se ha convertido en una de las más dañinas para la biodiversidad local, debido a su rápida capacidad de expansión, la facilidad con la que se reproduce por semillas y su alta resistencia a condiciones extremas, como incendios y suelos pobres.
En la actualidad, el rabo de gato afecta negativamente a los ecosistemas de Tenerife, La Palma y Gran Canaria, donde ha alterado los hábitats naturales, desplazando a especies autóctonas y reduciendo la flora local. Su densidad causa una regresión constante en la vegetación nativa, impidiendo que otras plantas se desarrollen y contribuyendo a la degradación del entorno natural.
A pesar de los esfuerzos de voluntarios y colectivos como Abeque y ATAN, que han llevado a cabo diversas acciones para controlar su expansión, los investigadores denuncian que las administraciones públicas no han actuado con la suficiente rapidez ni han invertido los recursos necesarios. Los biólogos destacan la necesidad de combinar tecnologías y estrategias nuevas para frenar su avance, al tiempo que se requiere una mayor participación ciudadana en la eliminación de esta planta.
En resumen, la lucha contra el rabo de gato en Canarias ha sido larga y complicada, pero sigue siendo un desafío clave para la preservación de los ecosistemas locales. Se subraya la importancia de no adoptar posturas derrotistas, sino de persistir en las acciones de control y erradicación para proteger la biodiversidad de las islas.
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